Hay cuerpos que sólo se encuentran en otro cuerpo. Están hechos como las estrellas y el cielo. No caben en una bóveda extraña. No importan dónde se encuentren. Son palmeras aisladas aspirando su propia arena en el horizonte…
“El cuerpo y su doble”, Alejandro Oliveros
Una de las acepciones de la palabra cuerpo refiere a aquello que tiene una extensión limitada, perceptible por los sentidos. Esta definición – quizás la más general- admite la experiencia del cuerpo como frontera y continente. Pero sabemos que puede ser mucho más que eso: el cuerpo y su polisemia.
La serie Cuerpo fugaz que presenta la artista venezolana Isabela Muci indaga, desde el dibujo y la pintura, sobre la experiencia del cuerpo humano y sus vestigios, sobre su fragilidad y su morada, sobre su transitoriedad. A partir de la lectura de los poemas de Alejandro Oliveros de su libro “Poemas del cuerpo y otros” (2005), Muci se sumerge en una concepción nueva del cuerpo, como volumen que se transparenta, que se hace móvil, que se extiende en planos de color y se fragmenta. Estos cuerpos fugaces se enfrentan y se fusionan en una composición espontánea como la de los bocetos, como esas anotaciones desordenadas del dibujo que hacen eco sobre el papel pero que la artista reitera, esta vez, sobre el sólido soporte de la madera. Quizás como esas palmeras aisladas que aspiran su propia arena…
Cuerpos en reposo y en movimiento; líneas sensuales de los cuerpos que abrazan y bailan, que se funden y se convierten en una sola masa; descubiertos ante la textura suntuosa del óleo, dejando ver las rugosas vetas de la madera que son venas; algunos incompletos, desmembrados y suspendidos, a veces confusos, indistinguibles. El cuerpo, como materia fugaz, se explaya, flota y se sumerge en un collage de pieles traslucidas, miméticas, que hablan del cuerpo no como mero continente, sino como experiencia. El cuerpo también es poesía.